Los
Hermanos de Mowgli
En
una aldea de África, muy cercana a la selva, cada familia se
dedicaba a la producción de algún tipo de servicios, unos criaban
ovejas para luego hacer tejidos, otros se dedicaban a la agricultura,
otros a la crianza de ganado para producir carne, etc.
Un
día, la familia que se dedicaba a recoger la leña para toda la
aldea se internó demasiado en la selva de manera que cuando cayó la
noche no les quedó más remedio que quedarse a dormir ahí.
Encendieron una fogata y cocinaron y se sentaron alrededor de ella a
pasar un rato agradable, pero no se habían dado cuenta de que había
alguien que los estaba observando: Era Shere-Khan, el tigre cojo,
quien se acercaba más y más pues había sentido el olor del humo y
sabía que cuando olía así era porque podía cazar presas fáciles,
es decir, a los hombres de la aldea.
Pues
se acercó Shere-Khan a donde se encontraban los leñadores y cuando
estuvo lo suficientemente cerca para atacarles, hubo algo que lo
deslumbró por completo: La Flor Roja que se encontraba en el centro
del círculo. Shere-Khan pensó: “el hombre es el animal más
poderoso del mundo porque es el dueño de la flor roja... Si yo me
apoderara de ella yo sería el animal más poderoso...” Entonces se
tiró con un zarpazo tratando de apoderarse de la flor roja, pero
como era de esperarse, se quemó las patas, incluso aquella que de
nacimiento tenía más corta que las otras tres.
Al
ver a tremendo tigre delante de ellos, los leñadores salieron
corriendo tratando de salvarse, pero olvidando a Nathú, su pequeño
bebé de sólo unos meses. El tigre con las patas quemadas y llorando
del dolor, salió huyendo también hacia la selva, sin darse cuenta
de que el pequeño estaba ahí.
El
niño tampoco se dio cuenta de nada, y mientras jugaba, sin querer le
dio vuelta a la canastilla en la que se encontraba, cayendo sobre
manos y rodillas. Empezó a gatear y se fue internando más y más en
la selva, de manera que cuando el tigre reaccionó y regresó por él
al lugar donde estaba la flor roja, ya no lo encontró. Cuando el
tigre se marchaba desilusionado por no haber encontrado al niño, los
aldeanos también regresaban a ver si todavía lo encontraban, pero
lo único que vieron fue al tigre marchándose, por lo que pensaron
que se lo había comido. Maldijeron al tigre, a la selva y a todo
cuanto se les ocurrió, pero no consiguieron nada, teniendo que
regresar esa misma noche a la aldea.
El
niño por su parte había logrado llegar a una cueva en donde una
loba acababa de parir a cuatro lindos cachorritos. Cuando el pequeño
Nathú entró, la mamá loba, que se llamaba Raksha, que significa
‘el demonio’ porque es capaz de defender a sus cachorros como si
fuera el mismo diablo, se puso arisca y en posición de ataque, pero
papá lobo la detuvo y le dijo que esperara a ver qué hacía el
pequeño cachorro de hombre. Desde que llegó se acercó a los
cachorros de lobo recién nacidos y se puso a jugar con ellos. Si
ellos le empujaban él también los empujaba, si ellos lo mordían,
también él los mordía, etc. Mamá loba pudo descansar al ver la
manera en que jugaban sus hijos con su nuevo juguete, y que el
cachorro de hombre no representaba en realidad ningún peligro para
sus cachorros.
Sin
embargo, llegó la hora de comer y Raksha llamó a sus hijos, los que
corrieron presurosos pues tenían hambre, dejando solo a Nathú. Pero
éste también tenía hambre, y al sentir el olor de la leche lo
siguió instintivamente, hasta llegar a donde estaba ella dando de
mamar a sus hijos. Sin pensarlo dos veces, Nathú quitó de un jalón
a uno de los cachorritos y empezó a mamar como lo hacían los otros
tres. Esto conmovió a Raksha, quien en lugar de enojarse por lo
sucedido comenzó a pensar en adoptar al pequeño. Mientras lo
comentaba con papá lobo, en los alrededores de la cueva se
escucharon unos rugidos: era Shere-Khan, quien se había enterado por
medio de Tabaqui, el lameplatos, que el bebé se encontraba en la
cueva.
Shere-Khan
rugía y rugía reclamando sus derechos sobre el cachorro de hombre,
que según él le pertenecía; lo quería para comérselo, pues según
decía, no había comido hombres desde hacía mucho tiempo. Papá
lobo le dijo que en su cueva no había nada que le perteneciera a
ningún tigre cojo, y después de alegar por un largo rato, papá
lobo le dijo a Shere-Khan que si quería comprobarlo que entrara a la
cueva para buscarlo. Así lo intentó hacer el tigre, pero las cuevas
de los lobos tienen la característica de que ningún animal que sea
más grande que un lobo, que les pudiera hacer daño, puede entrar,
porque el espacio es muy reducido.
Entonces
el tigre cojo salió corriendo para tomar impulso y entrar ferozmente
en la cueva, pero sólo logró meter la cabeza, que se le quedó
trabada. Shere-Khan rugía ahora de dolor y rabia, por no poder sacar
su cabeza, y además seguía reclamando los derechos sobre el pequeño
Nathú, al que había visto adentro de la cueva. Papá lobo ayudó a
Shere-Khan a sacar su cabeza de la cueva pateándole la cara con
ambas patas traseras, y éste se retiró muy adolorido y
encolerizado, gritando a los cuatro vientos que se vengaría de papá
lobo y su familia, y que ese cachorro de hombre tarde o temprano iría
a parar a sus dientes.
...¡¡¡Continuará!!!